martes, 4 de mayo de 2010

El elogio de la locura - Capítulo V




Sin embargo, ¿qué necesidad había de decíroslo?
¡Como si no expresasen bastante quién soy el semblante y la frente;
como si alguno que me tomase por Minerva o por la Sabiduría no pudiese
desengañarse con una sola mirada aun sin mediar la palabra, pues la cara es
sincero espejo del alma! En mí no hay lugar para el engaño, ni simulo con el
rostro una cosa  cuando abrigo otra en el pecho. Soy en todas partes
absolutamente igual a mí misma, de suerte que no pueden encubrirme esos
que reclaman título y apariencias de sabios y se pasean como monas
revestidas de púrpura o asnos  con piel de león. Por esmerado que sea su
disfraz, les asoman por algún sitio las empinadas orejazas de Midas.
 ¡Ingratos son conmigo, por Hércules, esos hombres que, aun perteneciendo
en cuerpo y alma a mi tropa,  se avergüenzan tanto de nuestro nombre ante
el vulgo, que llegan a lanzarlo contra los demás como grave oprobio!
 Por ser estultísimos (entupidos) , aunque pretendan ser tenidos por sabios
 y por unos Tales, ¿no merecerían con el mejor derecho que les calificásemos
de sabios-tontos?.

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